Ayer, tomados de la mano, caminamos varias millas. Levantamos la mirada
ante el bello atardecer que cerraría un día más de nuestras vidas, y tú,
sonreíste mientras aquella gaviota volaba con parsimonia.
Me senté sobre la playa, donde apenas el mar relamía los granos de arena.
Tú te sentaste detrás mío, abrazándome con tus piernas. Me recargué sobre
tu torso, firme y desnudo. Me besaste levemente el cuello, simplemente los
labios entreabiertos, dejando sentir tu aliento sobre mi piel. Un delicioso
escalofrío recorrió suavemente mi cuerpo y los pezones se pusieron erectos. Bajo
la camiseta los pudiste notar, sonreíste y seguiste mirando al cielo.
sábado, abril 08, 2006
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