Tengo un dolor de cabeza que se quita intermitentemente, uno estomacal que se encaja en la parte derecha de mi cuerpo, como una estaca, y muchas, muchas ganas de llorar. En las noches, después de dormir a mi bb, quisiera que mi amor se quedara conmigo. Últimamente concilio de volada el sueño cuando él se queda a mi lado, aunque en las madrugadas, al despertar, me encuentro con la decepción de que él ya no está. Nunca me había sentido tan sola. Nunca tan estresada, tan triste, tan preocupada, tan temerosa.
Hace unos momentos le robaron el coche a Víctor, también las luces que iban dentro y el iphone con el que me desahogaba unos minutos antes de dormir. Sentí horrible cuando entró a la casa, con cara de susto disfrazada de tranquilidad y me lo dijo. Me solté a llorar porque últimamente es la única manera que mi cerebro encuentra para estallar y él me abrazó. Me consoló diciendo que estaba bien, creo que realmente lo único importante. No pude detenerme de llorar. Lo seguí abrazando mientras sostenía a Sebastián, pero me hacía falta mayor cercanía. Ahora me sigue faltando.
Sentí muy feo lo del robo porque sé cuanto trabajo hay detrás para pagar el auto, el teléfono, el equipo de trabajo. Lo sentí peor porque sé que Víctor no se merecía tal atraco. Y se agravó lo que siento porque esta última semana ya existía un problema espantoso que le ocurrió a una casi tía. Ya sabes, comencé a preguntarme por qué estaban pasando cosas horribles y por qué no las estaba manejando de manera más serena. Por qué no abracé a mi esposo y las palabras de consuelo que él tuvo para conmigo, no las tuve para con él.
¡Demonios! Hasta mi pan de muerto se robaron y nos hubiera caído tan bien una rebanadita pa'l susto.